En el taller y en la ITV curraba de lunes a viernes en turnos partidos de ocho horas. En septiembre de 1995 continué vendiendo mi tiempo cinco días a la semana, pero en jornadas continuas y solo matutinas de siete horas y media. De esas siete, cinco eran de trabajo real y la media era la del bocadillo. El resto se perdía en desplazamientos y preparativos; cuando no en charlas obligatorias de seguridad y protocolos.
Entonces yo tenía veintitrés años y cobraba mucho más que los esclavos de mi misma edad, dado que ellos trabajaban en la superficie terrestre y yo a unos novecientos metros por debajo de ella. Mi esclavitud, al ser subcontratada, estaba bajo las reglas del convenio del metal y no de la minería, pero aun así me correspondía un 0,40 de coeficiente reductor por ser peligrosa, tóxica y penosa.
Es estimulante pensar que, de diez años trabajados en mina, te restan cuatro para la jubilación. Ocho si trabajas veinte, y doce si llevas trabajados treinta, como es mi caso. Solo hay que procurar no morir por un accidente, aplastado por un liso o de estrés térmico por el calor. Si eres creyente, también puedes encomendarte a la estatua de Santa Bárbara que hay dentro de una vitrina, apostada a la salida que da al ascensor que te descenderá al infierno.
Con todo, gocé de una inmejorable calidad de vida hasta junio del 2002. El año en el que cumplí los veintinueve y pasé, junto con otros admitidos, a formar parte de la plantilla de la mina y a engrosar mi nómina. El año en el que también me compré un piso a pagar en treinta años, aunque luego fueron catorce. El año en el que conocí las jornadas continuas vespertinas y nocturnas, y en consecuencia, el año en el que mis ritmos circadianos empezaron a joderse progresivamente hasta quedar deshechos.
Aunque todos estábamos a la misma profundidad, no era lo mismo ser un esclavo subcontratado que serlo de la empresa que subcontrata. Cuando pasé de ser lo primero a lo segundo, supe que existen derechos fundamentales escritos en letra diminuta que, de cumplirse, protegen y garantizan lo que se supone una esclavitud digna y de calidad. Por consiguiente, conocí los comités de empresa, los sindicatos y su corrupción galopante. Como también las jerarquías de mando y sus malas artes, llámense falsa meritocracia, nepotismo vergonzante y, por supuesto, el corporativismo de los esclavos agradecidos y concienciados.
Me situé tan al margen de aquello como pude, sin ánimo alguno de ascender y con la intención de transitar por la senda tan desapercibido como me fuera posible. Limitándome a ser uno más de los que reparábamos y reconstruíamos las máquinas que la sección de explotación necesita para arrancar la potasa, y que tan impunemente destrozaban sin contemplaciones, bien por fatiga o mala praxis.
Así llegué a los treinta y tres años y al 2006. El año en el que la mina, por culpa de la cobardía y estupidez de los que allí trabajamos, sufrió tal cambio en uno de los puntos de su sagrado estatuto, que ya no la reconocería. Uno que no he sido capaz de asumir del todo, y que, poco a poco, me ha convertido en la almorrana que hoy soy en el esfínter de la empresa.
Ufff Cabrónidas, todo lo que cuentas, trabajar en una mina me parece en verdad trabajo muy difícil ya que arriesgas tu vida. Estaré al pendiente de la siguiente entrega para saber por qué te volviste la "almorrana" de la empresa jejeje. Espero que sea que los hayas jodido bien y bonito. Saludos.
ResponderEliminarTodos los trabajos, o casi todos tienen su riesgo. La albañilería también debería tener un coeficiente reductor. Y quizá los servicios de limpieza urbana necesitan también otro tipo de regulación. Supongo que los amos se pondrán a ello cuando hayan muertos dos o tres más por las altas temperaturas.
EliminarHola, Cabrónidas, creo que al ritmo que llevas estas publicaciones (y las que te quedan según tú), en breve te llamarán para darte la jubilación YA, sí o sí, con retribuciones y sin ningún tipo de penalización... Como Ana, espero la siguiente a ver por qué lo de "almorrana"...
ResponderEliminarUn abrazo. :)
Hola, Merche. Creo que como mucho me quedan dos. Podrían obsequiarme con un despido pactado. Te aseguro que con otros trabajadores lo han hecho y, aunque es ilegal, son del todo irrechazables. Pero debe ser que no soy una buena almorrana. :)
EliminarBueno, me has dejado un poquito preocupada con lo de los ritmos circadianos. ¿Estás bien? ¿Es por el insomnio?
ResponderEliminarEntiendo lo de mantenerse al margen, a veces no queda otra, simplemente ser un peón que cumple con sus funciones. Y también darse cuenta de que, aunque en la pérdida, se pudo intentar hacer algo más, aunque no hubiéramos cambiado nada.
Estaré pendiente del 2006, fecha clave.
Besos.
Hola, Irene. A ver, no es que me vaya a morir, solo que cambio constantemente mis horas de sueño y de comer, en tanto cambio de turno nocturno, vespertino y matutino, y así sucesivamente. Eso, además, también afecta a tu vida social y personal. De joven, los estragos no se notan mucho, pero con la edad se acentúan y solo cesarán cuando vaya de un solo turno para todo. O sea: jubilarme. :)
EliminarTengo sentimientos encontrados con el tema de los sindicatos, por un lado sé lo que son, he estado dentro, he tenido familiares en ellos, no puedo defenderlos. Por otro lado, tengo claro que todos los trabajos, todos, se empezaron a deteriorar cuando ya nadie se los tomaba en serio. Sin huelgas generales, sin herramientas de presión, hemos quedado en manos de las grandes empresas....
ResponderEliminarEn los sindicatos y en los comités de empresa he conocido a personas honradas que creen en lo que hacen. Pero son menos que minoría y han acabado muy desgastados o dimitiendo. Y contra las grandes empresas somos incapaces de pelear si, a fin de cuentas, más mal o más bien, lo hacemos con el estómago lleno.
EliminarQue trabajo riesgoso, dificil imagino, más que nada por lo peligroso. Espero tu nuevo relato, los sindicatos de mi país dejan mucho que desear, hay de todo, pero los más son un desastre.
ResponderEliminarmariarosa.
Sospecho que en el mío no son mucho mejores.
EliminarCabro, por lo que cuentas, creo que deduzco en qué empresa trabajas. Empresa que se ha visto involucrada últimamente en algunos conflictos medioambientales. Pero seguro que tú no tienes la culpa 😀 Ánimo, ya te queda menos para que te jubilen y para que se estabilicen tus ciclos circadianos 🙂
ResponderEliminar¡Esa! ¡Esa exactamente!
EliminarNo sé si es cierto o no, al leerlo me lo he creído pero me hace dudar que alguien con tu capacidad narrativa no se dedique a explotarla o a otros oficios más contemplativos y menos físicos. Leyendo los comentarios y tus respuestas...menos claro lo tengo. Sea o no sea, escribes genial. Gracias por dejarme descubrirte.
ResponderEliminarHola, Aina, bienvenida a mi trinchera. Puedo asegurarte que todo lo relatado en las entradas de La Senda del Esclavo es cierto. Supongo que acabé donde acabé porque la jubilación es muy temprana, además de que empecé a escribir y a hacerlo público... precisamente en el 2006. En todo caso, gracias a ti por tu comentario, que bien podría haber escrito yo en tu blog. Así pues, si decides quedarte por aquí, espero que disfrutes de la narrativa esquizofrénica. :)
EliminarJoder lo de la almorrana era para otras generaciones, ahora para que se lo tomen a uno medio en serio, uno se tiene que comportar como si fuera un tumor cerebral con complejo de reiteración y algo de mala leche, que nunca viene mal... y solo entonces quizás se nos toma en serio jejeje😉
ResponderEliminarHay que empezar con las armas menores y reservar las mayores para la gran contienda. :))
EliminarMi suegro, un practicante para todo y para todos los pueblos en los alrededores de Puertollano, me contaba la cantidad de autopsias que se firmaban con silicosis como causa de la muerte. Menudo trabajo el de los mineros. Para que luego algunos privilegiados se ganen la jubilación con ocho años de "servicios a los ciudadanos".
ResponderEliminarSaludos!
EliminarHola, Cleveland. Sí, no hay nada como dedicarse a la política y encima estar aforado. Eso sí que te ofrece un buen coeficiente reductor. :)
El turno partido de trabajo es una de las peores formas explotación laboral existente, y casi todos los comercios lo aplican, lo cual lo vuelve peor aún. Quizá no es algo tan trágico como morir en el interior de una mina, pero sí anula muchas posibilidad de vivir como un ser humano.
ResponderEliminarSaludos,
J.
Hola, José. Hice ese turno durante mis primeros años de esclavo y tienes razón.
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