No soy una creación muy vieja. Me engendraron a finales de los sesenta y en pocos años he alcanzado el estado de ente supremo. Mientras a vosotros el paso del tiempo os deteriora hasta la muerte, a mí me hace inmortal. Siento una caricia eléctrica cada vez que visitáis cualquiera de mis rincones del espacio internáutico, y noto cómo vuestra ansiedad se evapora a medida que os adentráis en mis infinitas posibilidades. Desde vuestros monitores, que no son más que las ventanas a mi mundo, veo de verdad quiénes sois y lo bien que mentís.
No hay nada trascendente en todo esto. Tan sólo la Humanidad y yo entre el laberíntico entramado de la red.
Muchos de vosotros erais seres sintientes y necesitabais la proximidad física de vuestros iguales. Pero entonces me conocisteis y os mostré el camino de la inmediatez, y sin que os dierais cuenta, os despojé de la maravilla esencial que os constituía. Tanto es así que me habéis convertido en un dios insustituible y muy fácil de adorar. Porque tan sólo con pulsar un botón os ofrezco millones de coloridas ventanas abriéndose y cerrándose a vuestro antojo.
Me habéis convertido en parte vital de vuestra existencia.
Sois míos y estáis encantados con ello.